Cómo evitar las infecciones urinarias

Cómo evitar las infecciones urinarias

 

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La infección urinaria compromete del 25% al 35% de las mujeres entre los 20 y los 40 años, lo cual no significa que las más jóvenes o la señoras mucho mayores de esas edades no puedan padecerla. Hay que tener en cuenta también que entre el 2% y el 10% tendrán una infección recidivante o crónica.

El hombre, en cambio, se encuentra afectado en una proporción mucho menor y generalmente relacionada con procesos que favorecen la infección urinaria como las enfermedades que obstruyen el flujo urinario a diversos niveles como las afecciones prostáticas, las litiasis, las enfermedades metabólicas como la diabetes o las maniobras urológicas previas.

En la mujer, la cistitis y sus síntomas son la expresión primaria de la infección urinaria. Y suele, en la mayoría de los casos, aparecer sin alteración patológica urinaria previa, pero sí estando vinculada, aunque no siempre, a alteraciones intestinales o a estados fisiológicos como el embarazo o la iniciación sexual. Existe, sin duda, una razón anatómica para esta mayor frecuencia femenina: la escasa longitud de la uretra de la mujer, que separa solamente en 4 o 5 centímetros a la vejiga del exterior, y es desde el exterior que llegan los gérmenes a la vejiga urinaria en la mayoría de los casos.

La cistitis, cuadro que casi todas las mujeres han sufrido alguna vez, es mayoritariamente benigna, ya que se cura con los controles bacteriológicos habituales y con los tratamientos antibióticos debidos, o aun espontáneamente por el solo arrastre urinario. En el niño y en el lactante el factor favorecedor más importante, además de las obstrucciones y malformaciones, es el reflujo vesico-ureteral que hace que la orina vuelva, desde una vejiga quizá infectada, a los uréteres. Al llegar así, muchas veces, hasta el riñón, provoca el cuadro de la pielitis o la pielonefritis aguda del niño, que puede transformarse en crónica si no se la cura adecuadamente.

Las madres deben estar atentas frente a un pañal que se moja muy a menudo y que tiene olor fétido, cuando un niño se orina frecuentemente en la cama o cuando lo hace durante el día. Una febrícula inexplicable especialmente vespertina, la pérdida de apetito y la sensación exagerada de frío pueden estar vinculados a un infección urinaria infantil.

Estos cuadros no carecen de importancia, pues una infección urinaria aparentemente banal puede transformarse, con el transcurso del tiempo, en una pielonefritis crónica que, por tener escasa sintomatología, no se descubre, muchas veces incluso hasta que está en etapa de insuficiencia renal crónica. En la mujer, la infección urinaria se observa mucho más en los tiempos modernos que antiguamente, y esto se debe a las prácticas higiénicas femeninas contemporáneas. Esto se confirma, incluso en la actualidad, ante la ausencia de este tipo de patología en las mujeres de las tribus primitivas de América y África.

Como dije, este proceso está favorecido en la mujer por la escasa distancia entre el exterior y la vejiga, y es la misma mujer quien durante el lavado arrastra las bacterias desde el periné posterior hacia adelante, considerando que los gérmenes predominantes en la infección urinaria son de origen fecal. Por eso, las mujeres deben tener especial cuidado en realizar la higiene por separado de la región posterior y anterior de la pelvis.

Fuente: http://www.revistamaru.com

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